El último suspiro que la brisa me regala

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Hoy es mi último día de vida. He sido condenado a muerte por un crimen del que no se me ha informado. Una simple firma ha puesto punto y final a mi existencia en este planeta. Ni siquiera me han leído mis derechos, o se me ha permitido una defensa justa. Asustado y absorto en mis pensamientos, veo cómo el público va acudiendo a la función. No pueden perderse el morbo de la ejecución injusta. Y pienso, ¿por qué tanto odio y destrucción en vuestros corazones? Yo he visto nacer y crecer esta ciudad. He cuidado de vuestros hijos en las calurosas tardes del verano, cuando fatigados acudían a mí en busca del fresco consuelo de mi sombra. He sido yo quien ha inspirado los besos de primavera más románticos. Y sin embargo, no tuvisteis suficiente con asesinar a mis hermanos, a mis primos lejanos o a mis amigos, simplemente porque considerasteis que ya no éramos útiles. Que era más rentable sustituirnos. Mientras vuestros pulmones se envenenan, me pregunto si se escribirán canciones sobre mí o acerca de los míos. Una valiente sinfonía que hable de seres mitológicos que antaño poblaron este planeta. Veo una niña que porta un globo rosa en una de sus temblorosas manos. Puedo sentir la tristeza de su corazón, pues sabe que nunca jamás volverá a jugar a cazar mariposas conmigo. Me gustaría sonreír y decirle que todo irá bien, pero ya no hay tiempo, las hachas han sido afiladas. Disfruto del último suspiro que la brisa me regala. Me gustaría escapar de la muerte, pero no puedo, sólo soy un viejo roble.

Alejandro Pinø Alamillo.